La penúltima obra de Iván Redondo

La importancia de lo que no se ve

Hace unos años, antes de que la moción de censura a Mariano Rajoy revolucionase la realidad parlamentaria, un hombre escribió en su blog que “la política es el arte de lo que no se ve”. Aquellos acontecimientos pusieron punto y final a su faceta como divulgador para dar paso a un nuevo capítulo que por poco le saca de las sombras. Este hombre, hace unos días, protagonizaría junto a Jordi Évole una singular entrevista tras la que se ha extendido un desconcierto general, miope. Apresurado.

Tras abandonar su cargo como Jefe de Gabinete de la Presidencia, Iván Redondo concedió su primera entrevista en casi cinco años. Durante este tiempo como se le han atribuido hitos políticos como el precipitar la moción de censura a Rajoy y establecer las guías para la futura coalición de gobierno. El trabajo sucio siempre sucede entre bastidores. No obstante, si de algo se le ha responsabilizado ha sido de desarrollar y establecer el relato, es decir, dirigir y coordinar los marcos (frames) desde los que la opinión pública habría de interpretar las peripecias gubernamentales. Y esto era lo que creíamos hasta que el pasado domingo germinó la duda. Una duda que, por supuesto, goza de un origen más que planeado.

¿Por qué ahora?

En los días previos a la entrevista existía un cierto clima de incertidumbre. Aquellos que se habían interesado un mínimo en la figura de Redondo no albergaban duda de que de aquella entrevista no saldría ningún chisme. La discreción siempre ha sido su enseña. No obstante, florecían inquietudes. ¿Por qué aceptar la entrevista de un prime time tras una vida entre sombras? ¿Qué necesidad había de manifestarse innecesariamente? ¿Para qué remover el recuerdo en un espectador que ya le habría olvidado? Su tendencia a mantener un perfil bajo producía una curiosidad exótica en la audiencia, como si algo se nos estuviera escapando, pero en el fondo latía una certeza: si Redondo hablaba, era para concluir con el relato. Un nudo suelto que necesitaba ser atado. Pero, ¿cómo? La respuesta es sencilla: con otro relato. Un relato sutil orientado a producir una respuesta que ha sido todo un éxito. “Iván es un pelele” se ha llegado a decir estos días. Pero este éxito, esta vez más personal, no ha carecido de, digamos, algunos borrones en la trama.

El relato del que partíamos combinaba mito y realidad. Sus éxitos pasados lo envolvían en un misticismo incentivado por su falta de protagonismo. España puede tener muchas virtudes, desde luego, pero si de algo peca el español es de fanfarronería, de ambición de fama y focos, y resultaba no ser el caso, algún siniestro motivo debía existir para ocultarse… Desde la bancada enemiga le habían colgado el cártel de Maquiavelo mientras sus simpatizantes le trataban con respetuoso recelo. Sorprendentemente, ambos partían de un consenso: en la Moncloa hay un plan, un director y una estrategia. Su propósito y su coste político era lo que ambos bandos disputaban, pero la existencia de un “Rasputín” no estaba en tela de juicio. Pasa el tiempo y un suceso desconcertante irrumpe en el panorama nacional: destitución generalizada de ministros, nuevas caras en el Consejo y el capitán abandona el barco. ¿Cómo? ¿El capitán? ¿Qué ha sucedido? Su marcha dejaba huecos en un texto que necesitaba completarse. Las competencias de un líder no pueden cuestionarse por quien debe de estar en las sombras. Los personajes recuperarían sus funciones y el relato, su esencia.

La entrevista

El comienzo de la entrevista fue inquietante. Tras una primera pregunta, Redondo saca dos fichas de ajedrez de su bolsillo y explica que la política es un juego. Desde una espontaneidad algo fingida, repite una secuencia que ya escenificó con Pablo Iglesias. La conversación que sigue despliega toda la agenda mediática desde el comienzo de la legislatura y Évole sostiene una actitud vigilante que se esfuerza en deconstruir a su invitado. Redondo se revolvía con entereza mientras Évole sacaba punta a la hemeroteca de Sánchez resaltando algunas de sus famosas contradicciones: el “nunca” a Podemos, el “no” a los indultos… Destellaron instantes de tensión, pero el guion avanzaba inexorable.

Una de las pocas entrevistas de Iván Redondo. Con Pablo Iglesias, en Otra Vuelta de Tuerka

Las redes y los medios no tardaron en emitir sentencia. Periódicos, políticos y tuitstars consideraron a Redondo como un producto de su propio marketing, pura corteza, un “fantoche” sin contenido interesante. Pero, ¿qué causó tales apreciaciones? ¿Puede esto, en algún sentido, estar en consonancia con las verdaderas intenciones de la entrevista? Nuestra opinión en la siguiente.

En la entrevista Redondo se definió como un experto de la comunicación política. En su desempeño como jefe de Gabinete, él se ocupó junto a su equipo en darlo todo por Sánchez. Esbozó una definición del poder como algo colectivo, plural, defendiendo por tanto que su labor fue muy particular, pero nunca resultó determinante. Él nunca fue imprescindible, asegura. De hecho, dijo no haber estado presente en todo lo que decidió el Gobierno, y mucho menos, en las decisiones del partido (recordemos que es un agente independiente). De este modo, Redondo se desvinculó de algunos de los mayores fracasos del PSOE este año, como el intento de moción en Murcia y las Elecciones Autonómicas de Madrid.

Por último, subrayó una y otra vez la importancia del contexto en política: cuando uno está en el poder, o aspira a él, no debe pasarlo por alto. Sugiere que las contradicciones sólo lo son cuando se apartan los análisis profundos y la atención se focaliza en los extremos. Quien ignora el proceso no puede comprender la política, porque la política es una actividad y no un punto inamovible, Así, quien se fija en el “no” de Sánchez a los indultos solo presta atención al contexto en el que Sánchez lo dijo y no a la transformación en la postura de sus interlocutores (ERC, mesa de diálogo, solución acordada) que posibilitaron transformar aquel “no” en un “sí. Esta es la forma en la que Redondo reescribe las contradicciones señaladas por Évole y en las que se despliega el arte de la política.

Por razones de contexto, este marco acabará imperando. Redondo queda excluido de los focos y su futuro tiene el rostro de un cheque en blanco. La política, y el poder en general, es el arte de lo que no se ve y durante toda la entrevista reivindicó sus puntos ciegos: hay cosas en política de las que no se puede hablar, y esas cosas, querido Évole, son precisamente la esencia de la política. Y así el entrevistado comienza su regreso a los márgenes, a esa trastienda donde el poder se alía con la discreción y la indiferencia y despliega su verdadero juego.

Si el relato prospera, lo que veremos de aquí en adelante no será más que un mero funcionario del poder, un engranaje ingenioso, inteligente a lo sumo, pero de apariencia poco relevante. Pero nunca lo olvidemos. La política es el arte de lo que no se ve, y es por eso que en esta entrevista se habló de todo menos de política. Aquí, lo más importante, es todo lo que no hemos visto. Y su silencio.

La redacción