¿Qué sucedió con la Cárcel de la Corte de Madrid?

¿Qué fue de la Cárcel de la Corte?

La Cárcel de la Corte fue un histórico edificio situado en uno de los parajes más concurridos de la capital: la Plaza de Provincias, una plazoleta abierta a orillas de la Plaza Mayor en pleno corazón del Madrid de los Austrias. En ella se ubicaba la antigua parroquia de Santa Cruz, templo que posteriormente prestaría su nombre a esta cárcel rebautizada a la que hoy llamamos Palacio de Santa Cruz. En este mismo edificio se ejercen, desde 1793, funciones de corte más gubernamental, siendo hoy sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. No obstante, esta cárcel no solo gozó de prestigio por su particular ubicación, sino también por el desafortunado cobijo que ofreció a personajes ilustres como Lope de Vega, Espronceda y el bandolero madrileño Luis Candelas. Entonces surge una pregunta inevitable, ¿cómo es posible que tales celebridades pasaran la noche entre rejas si muchos de ellos vivieron el pleno siglo XIX? Esto fue así debido a que la prisión fue trasladada al edificio contiguo, por lo que justicia y sus subproductos, continuaron compartiendo lecho hasta bien entrado el siglo XX. 

Un origen muy particular

El origen del edificio tiene unas circunstancias muy particulares. Felipe II había declarado a la Villa de Madrid capital del reino en 1561 y no es de extrañar que el aspecto de la capital fuera entonces muy distinto al que hoy presenta. Ya en el reinado de su hijo Felipe III se alzaría en la antigua Plaza del Arrabal la Plaza Mayor, cuyo propósito era conmemorar la reciente proclamación de la Corte Madrileña y dignificar su ascenso. Como el nombre indica, aquella zona no eran más que arrabales, ensanches exteriores al epicentro de una villa cuya institucionalidad tenía aún mucho camino por delante. 

La Cárcel de la Corte se construyó a petición ciudadana. Por aquella época los gobiernos tenían la costumbre de valerse de la una ley de Requisa Temporal que les permitía apropiarse provisionalmente de propiedades vecinales para el cumplimiento de funciones públicas. Los vecinos, cansados de aquello, protestaron para que se alzase una construcción definitiva que cesase de una vez con los embargos. Fue así como el gobierno requisó dos edificios cercanos al Convento de Santa Cruz (en la actual Plaza de Provincias) que sirvieron de cimientos de la cárcel. 

Pero, ¿cómo se financió el proyecto? La situación era crítica. La falta de liquidez de la administración en unos años de guerras interminables en las que el oro de las Indias desembocaba en bolsillos holandeses obligó a la nueva Corte a recurrir a soluciones ingeniosas: el edificio se sufragaría con una sisa (un impuesto) sobre el consumo del vino. ¡Qué ironía que algunos de aquellos parranderos que pasará la noche entre rejas fueran a convertirse en mecenas de su propio cautiverio! Felipe IV decretó además que aquella edificación albergaría tanto la Sala de Alcaldes como la Cárcel de la Corte, por lo que la burocracia de la justicia madrileña compartiría techo con aquellos que optaban por infringirla.

Luis Candelas, afamado bandido madrileño, pasó más de una noche entre las rejas de la Cárcel de la Corte

El espíritu del edificio

La proyección del edificio es un asunto disputado. Oficialmente, la autoría se atribuyó a Juan Bautista Crescenci, autor entre otros del panteón del Escorial y buena parte del Retiro, aunque recientes investigaciones revelaron que su auténtico artífice fue Juan de la Mora. Este fue autor también de la Plaza Mayor antes de su incendio en 1631 y se encargaría, entre otras diligencias, de que ambos edificios mantuvieran un equilibrio visual sólido, una suerte de dialogo arquitectónico sobre el que construir su futura identidad urbanística. Valiéndose del consejo de famosos penalistas de la época trazaron el proyecto con, digamos, un embrión de humanismo totalmente extraño al de su siglo: la cárcel dispondría de luz natural, entradas de aire y ciertas expectativas de limpieza. 

El edificio de planta rectangular y con una acusada proyección a lo largo está compuesta por dos naves simétricas de dos alturas unidas por un distribuidor que hace las veces de recibidor y de pasillo. Cada nave posee un patio interior: uno fue destinado a la Cárcel y otro a la Alcaldía. En ambos esquinazos se eleva una torre rematada en chapitel de aguja similar al de la Plaza de la Villa. Entre las dos torres, un retablo de piedra con su blasón imperial preside la entrada al edificio. Su aspecto exterior es de un carácter particular, la combinación de ladrillo y granito (este último reservado solamente para los dinteles, portones, esquinazos y alfeizares) con los chapiteles, el tejado y una estatua velando el paso principal, sería después imitada por otros arquitectos para la elevación de más edificios institucionales. 

Dormir bajo el ángel. Fuente de la imagen 20 minutos

Un último detalle

A fin de cuentas, la Cárcel de la Corte no es otra cosa en nuestros días que el Palacio de Santa Cruz, aunque su desfamado espíritu nos acompañe en algunas de nuestras expresiones. Durante mucho tiempo, en Madrid se utilizaría la expresión “dormir bajo el ángel” como sinónimo de “pasar la noche en prisión”. ¿La razón? La estatua del Arcángel San Miguel que hay sobre el retablo de piedra que preside su fachada y que hoy nos deja con mejor sabor de boca… 

La redacción